Tantas veces quiero
imitarte, me pongo un polo a rayas y quiero volar, volar y volar, pero nunca lo
he logrado porque tu eres única en el mundo. Despiertas muy temprano y vas en
busca de flores y en tu afán de buscar el polen, lo transportas en tus patitas a
otras. Así, en unos días, meses o año aparecen los bellos y deliciosos frutos
para alimentar a ese mundo. También preparas en equipo la fresca miel que
endulza hasta nuestros mas amargos pesares.
La población está
en incremento y se necesitan mas frutos en la tierra y tu juegas un rol determinante
en este camino. Pero triste fue un día
cuando te vi partir hacia la eternidad y hoy quiero recordar. Te levantaste muy
temprano y tras de ti cientos de abejitas, todas bien uniformadas con su
vestido a rayas, llevaban zapatitos blancos y corbatita negra. Ese día había un
campo con demasiadas flores y debían reunirse para hacer la fiesta de siempre,
ustedes todas en un batallón volaron haciendo formas de estrellas en el aire,
llegaron muy cansadas, fueron todas al agua del río, se agacharon, bebieron un
poco y luego se peinaron. Así salieron nuevamente para reunirse con las flores,
volaron unos minutos y de pronto cada una se posó en una, se dieron muchos
besos y luego les vi caer, una a una hasta quedar todas tiradas en la tierra
gritando de dolor. Tenían el estómago muy grande, su carita fruncida por el dolor,
sus zapatitos seguían brillando pero su vida se había terminado. Grité pidiendo
auxilio y ante el profundo silencio, mis ojos se inundaron de lágrimas. El día
anterior el dueño del cultivo había puesto un químico para matar a una mosca
que se comía los tallos de las plantas. A él nunca le importaron ustedes, mas
solo pensó en el dinero para terminar de llenar sus bolsillos. Quizás un día cuando
no le queden otros frutos más que los que cultiva, les recordará, pero que pena
porque quizas ya sea demasiado tarde.
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